Todo el mundo viene al Monte Saint-Michel para presenciarlo. Desde los patios a los grandes salones, pasando por los propios pasillos, hay algo para todos los gustos. La abadía es preciosa, pero cuando comienza la visita guiada y se cuenta la historia, lo es aún más. En la isla se ha establecido algún tipo de monasterio desde el siglo VIII, así que hay mucho que conocer.